Normalmente utilizamos el balance de blancos para que los tonos sean lo
más fieles posibles a lo que estamos viendo con nuestros ojos. Nuestro cerebro
tiende a normalizar los colores y vemos igual de blanco un papel tanto en el
exterior en un día nublado (con un fuerte tono azul dominante) como en una
habitación con bombillas incandescentes (con un fuerte tono amarillo
dominante). Esto lo hacemos de manera inconsciente para que el conjunto de la
imagen parezca “natural”.
Muchos de nosotros solemos dejar que la cámara decida qué
balance de blancos es el más adecuado en cada situación, configurándola en
automático, ya que si disparamos en RAW podemos modificar este parámetro a
posteriori cuando editemos nuestra fotografía en Lightroom o cualquier otro
programa similar.
Las herramientas que tienen los programas informáticos para la
modificación del balance de blancos se pueden utilizar de manera creativa para
variar el tono y su impacto sobre el que visualiza la fotografía. La posibilidad de realizar, desde dramáticos
cambios de color hasta sutiles modificaciones de los tonos, hace que el balance
de blancos se convierta en una interesante herramienta creativa.