jueves, 23 de enero de 2014

Diane Arbus. La Belleza de los Monstruos.

"La fotografía es un secreto que habla de un secreto. Cuanto más te dice, menos te enteras"


En 1923 nacía Diane Nemerov la cual cambiaría su apellido al casarse con su marido Allan Arbus. Se crió en el seno de una familia acomodada, que se dedicaba al comercio de pieles y fue hermana del poeta Howard Nemerov. A pesar de ser una niña consentida, nunca se sintió del todo cómoda con el lujo y la opulencia que destilaba su piso de la Quinta avenida. A los catorce conoció a Allan Arbus, un muchacho cinco años mayor que ella con quien se casó luego de cuatro veranos de noviazgo. Aunque los padres deseaban un mejor candidato para su hija, terminaron por aceptar al yerno. El joven Allan la inició en los misterios de la fotografía y en el vicio de la masturbación. Al parecer, encontró el complemento perfecto para sus fantasías exhibicionistas. Diane solía tocarse con las ventanas abiertas para que las luces de la ciudad de New York iluminaran su placer a sabiendas de que los vecinos pudiesen estar observándola. Juntos, abrieron un estudio en el cual trabajaron con éxito durante más de 10 años, haciendo campañas publicitarias y de moda para revistas como Vogue y Harpers`s Bazaar, entre otras. Tuvieron dos hijas.






Diane trabajaba como ama de casa y asistente de su marido, pero su rol dentro de los parámetros preestablecidos por la sociedad la hacían oscilar entre etapas de depresión profunda, miedos y represiones: se sentía “rara” circulando dentro de esa vida, detestaba la cuidada imagen publicitaria, el mundo de la alta sociedad y el show business. Pasados los 30 años comenzó a sentir que tenía que ser fiel a si misma, que debía plasmar su mirada, su ser interior.






Luego decidió dejar de asistir a su marido para comenzar con un trabajo autoral. Así fue como comenzó estudiar con Lisette Model, quien la alentó a concentrarse en fotos personales, en un realismo crudo, en captar la parte para llegar al todo. Mientras su matrimonio comenzaba a deteriorarse, salía a recorrer las calles más marginales de Nueva York en busca de personajes singulares. Salía al encuentro de lo bizarro. Entablaba charla con prostitutas, travestís, enanos, deformes, discapacitados, personajes pesadillescos, les explicaba su pasión por la fotografía y luego los convencía en dejarse retratar.





Siempre en blanco y negro, su logró fue hacer que los personajes miraran directo a la cámara para que el flash revelara sus imperfecciones. Y aquello que en la oscuridad simula normalidad al contacto con la luz horroriza. Su intención era producir en el espectador “temor y vergüenza”. Fue Pionera del flash de relleno (flash diurno).






Su obra se va enriqueciendo con fotos de asilos psiquiátricos, nudistas, gemelos, negros, discapacitados, todos los dejados de lado por el “sueño americano”. Vestía de manera descuidada y en ocasiones hasta lamentable. Duraba semanas con una misma ropa. Su vida sexual era agitada y en grado sumo promiscua. Se acostaba indistintamente con hombres y mujeres. Hasta se aseguraba que en algunas oportunidades tuvo sexo con muchos de los monstruos a los cuales retrató. Fue especialista en fotografiar orgías. Las depresiones se hicieron más frecuentes. A pesar de que su reputación de artista siempre fue ascendente, su situación económica fue precaria. La razón era que recibía contados encargos y muchas de sus fotos, donde dejaba el alma, despertaban todas las admiraciones posibles, pero las revistas tenían cierto reparo en publicarlas.






Un 27 de julio de 1971, Diane Arbus se suicidó tras una larga depresión. Se había cortado las venas. Además presentaba los síntomas característicos de una sobredosis de pastillas para dormir. Aunque jamás aparecieron las fotos, el rumor indica que sacó varias tomas de ella misma en la bañera mientras se desangraba, rodeada por barbitúricos. A la luz de hoy las fotos realizadas por Diane Arbus siguen perturbando. Aunque la televisión ha curado a uno de todos los horrores posibles, el trabajo de la Arbus posee el toque mágico de lo artístico, hay una insania metódica, lírica y plástica que se eleva por encima de todo amarillismo mediático. En apariencia son fotos enmarcadas en la normalidad.




Un flashazo para todos.


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